Apenas entré a clase, me puse como obseso a arreglar mi página web (esta misma donde ustedes leen todas las locuras que se me ocurren… ¡Profe, por favor, no me catalogue como esquizofrénico! 😅 Es solo creatividad laboral… ¿O no?… ¿No?… 👽). Bueno, total… X (el héroe sin capa del día) le pregunté al profe sobre los dominios de GoDaddy que valen más que mi autoestima, y ¡SORPRESA! Me tiró el dato de NameCheap, donde por ¡SOLO UN DÓLAR! (sí, leyeron bien, un mísero dólar) pude comprar el mío ¡AHÍ MISMO! O sea, pasé de “¿En serio tengo que vender un riñón para esto?” a “¡Tengo dominio y todavía me sobra para un café!”. Literalmente estoy agotado al hacer esta página web… así estoy.
¿NO ME CANSO DE GANAR PUNTOS? RESPUESTA RÁPIDA NO
Al final, lo conseguí. No solo completé la práctica, sino que lo hice con esa dedicación obsesiva que me caracteriza. El resultado fue un 20 impecable, uno de esos que no solo suben tu promedio, sino que te reconcilian contigo mismo.
En la clase virtual, cuando el profesor revisó mi trabajo, sentí ese raro momento de conexión donde alguien más ve el valor de lo que haces. Le gustó mi página web, mi participación, esos pequeños detalles en los que invertí horas sin contar. Y al final, otro 20. Un puntaje perfecto que no esperaba recibir.
Ahora, mirando atrás, siento que valió la pena. No solo por la nota, sino porque, en el proceso, confirmé algo que a veces dudo: que cuando algo me apasiona, soy capaz de entregarme por completo. Y que, de vez en cuando, el universo te devuelve ese esfuerzo con un pequeño gesto, como un 20 que termina sintiéndose como un abrazo inesperado.
Doy este pequeño pedazo de mí, imperfecto pero auténtico, que ahora vive aquí, en esta página y para todos los que deseen conocer mi trabajo.